Paz, democracia, justicia, fuerza, Venezuela

Me ha alegrado la concesión del Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado porque me parece que reconoce una de las empresas más profundamente democráticas, justas y, a la vez, ingenuas -adjetivo que, para mí, tiene una connotación positiva- que hemos visto en los últimos años.

Éramos testigos de ello hace algo más de un año: habría elecciones en Venezuela. No serían una elecciones justas, puesto que el sistema favorecía a quien ya era presidente, Nicolás Maduro, tal y como denunció el centro Carter en su informe sobre las elecciones; pero aún así, la oposición concurrió a las elecciones.

Y lo hizo porque habían tenido una idea. Al margen del corrupto sistema de verificación oficial, a través de miles de voluntarios, se hicieron con copias de las papeletas electorales para mostrar quién era el verdadero ganador. Lo comentaba en agosto de 2024 en una entrada de mi blog. Quiero llamar la atención sobre lo extraordinario de este esfuerzo, porque las acusaciones de fraude electoral que tantas veces se repiten sin aportar pruebas definitivas del mismo, en esta ocasión se vieron respaldadas por una documentación tan contundente que nadie podría negar el auténtico resultado electoral, la mentira del proclamado y, por tanto, la falta de legitimidad del régimen de Maduro.

La oposición probó que había ganado las elecciones y que Maduro las había perdido; pero el chavismo se negó a aceptar la verdad, se proclamó como presidente a Maduro, se persiguió a la oposición y las cosas siguieron igual.

La oposición salió a la calle; pero nada pasó; el gobierno se limitó a aguantar, a controlar los resortes del poder y a esperar que todo volviera la situación anterior.

El intento de la oposición de hacer cambiar el régimen tan solo con la fuerza de la verdad se mostró, como avanzaba, ingenuo; pero la confianza que mostraron en el poder de la verdad y de la palabra merece una recompensa que comienza a verse ahora con la concesión de este premio Nobel.

Para constatar la ingenuidad del planteamiento de la oposición debemos reparar que el aparato de un estado, de cualquier estado, tiene como columna vertebral el control del ejercicio de la fuerza física. El poder tiene a la policía, al ejército y, cuando conviene, también a quienes ejercen la fuerza al margen de las instituciones pero están protegidos por estas. Unos y otros pueden encerrar, torturar, matar o amenazar de manera directa o sutil con hacer cualquiera de esas cosas. La única posibilidad de que la verdad triunfe sobre quien controla la fuerza es que quienes están encargados de ejercerla (los policías y soldados) decidan dejar de apoyar la tiranía y opten por la justicia. Ahora bien, si esa decisión no se produce de golpe, si pretende hacerse escalonadamente, cada soldado o policía que se aleje del régimen recibirá un castigo que intimidará al resto.

No es fácil, por tanto, que mediante el solo uso de la palabra y de la razón pueda ponerse fin a una situación de injusticia; incluso aunque haya movilizaciones masivas, si no se producen deserciones en las fuerzas armadas o en la policía no habrá un cambio de régimen.

Y si se producen esas deserciones, la posibilidad de un enfrentamiento armado no es descartable; porque quien mantiene los mecanismos propios del poder (administración, fuerzas armadas, medios públicos de comunicación, infraestructuras…) puede preferir la lucha a renunciar al poder.

Esa es la terrible disyuntiva a la que se enfrentan quienes cuestionan a la tiranía: o someterse o enfrentarse a ella. Y si optan por lo primero y la confrontación se basa únicamente en la palabra y en la defensa de justicia y de la democracia; puede que muchos sean detenidos, torturados o asesinados antes de que quienes realmente pueden cambiar algo (la policía y el ejército) rechacen la mentira para apoyar la verdad.

Marina Corina Machado sabía lo anterior, y pese a las oportunidades que tuvo para abandonar Venezuela, optó por seguir en el país, lo que, como destaca el comunicado del comité del Nobel, dio ánimos y fuerzas a muchos venezolanos. Seguir en Venezuela pese a los riesgos es un gesto de valentía y un sacrificio que ayuda a mantener la esperanza.

Machado ha ido más allá de lo exigible; porque a nadie puede pedírsele un sacrificio personal para traer la justicia, la democracia o la paz; y es justo que se la honre y, con ella, a todos lo que, desde Venezuela y fuera de ella, pero, especialmente, a los que siguen en el país, luchan por que la verdad triunfe.

E igual que el premio honra a los que luchan por una transición a la democracia en Venezuela, es una bofetada para los que paoyan el régimen de Maduro. Lamentablemente, entre estos apoyos se encuentran varios políticos españoles, especialmente quien fue Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, quien sigue colaborando con Maduro pese a la evidencia del fraude electoral del año 2024. En esta línea, que el gobierno de España aún no haya felicitado a Machado por la obtención del Nobel es significativo.

Como español, me resulta repugnante la colaboración de nuestro gobierno con el régimen de Maduro, una colaboración que ya se hizo evidente en la entrevista que tuvo lugar en Barajas entre el entonces ministro Ábalos y una alto cargo del régimen de Maduro que tenía prohibida su entrada en la UE.

Creo que todos estamos moralmente obligados a denunciar la mentira sobre la que se apoyan Nicolás Maduro y su gobierno. Cuando se ha podido percibir de manera palmaria que los resultados oficiales en las elecciones del año 2024 son falsos y que, por tanto, el régimen carece de legitimidad, el desprecio que se merecen quienes permanence en el poder pese a haber sido derrotados en las urnas se extiende a quienes le apoyan; y aquí hemos de mencionar, por desgracia, al actual gobierno español y al anterior presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.

No hay disculpas, no hay excusas, no hay alternativas: Maduro debe irse del gobierno, los resultados de las elecciones del año 2024 deben convertirse en realidad y Venezuela ha de transitar hacia la democracia. Corina Machado representa el intento de hacerlo con la verdad y con la palabra; pero si la palabra no es suficiente ante la fuerza bruta, deberán buscarse otros medios; y aquí la presión internacional es importante. En este marco, el Comité del Nobel ha hecho lo que tenía que hacer. El gobierno de España, sin embargo, aquí, como en tantos otros temas, nos está colocando en el lado equivocado de la historia.

Porque hay cosas que pueden discutirse; pero cuando la mentira es clara y rotunda; ese no es el lado correcto.

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