Mucho ha pasado en el mundo, mucho ha pasado y no he visto. Dicen que una vez hubo faraones, que hubo constructores de enormes pirámides; que hubo guerras violentas (¿acaso las hay pacíficas?); una vez hubo un campesino que cultivaba tierras junto al Nilo y murió ahogado al volver una noche a su hogar; hubo una muchacha que besó a su novio y con él se casó; hubo una vez un sacerdote que ofrecía sacrificios a un dios olvidado en Asia Central. Hubo un ferrocarril que descarriló en Santa Clara. Hubo una mina que se hundió, hubo un rojo anochecer calmo y sereno y un anciano que lo vio y lloró. Hubo una vez un mar que se enrabietó y un niño junto a la playa se asustó. Hubo una vez una emperatriz que amaba a su criada, y nunca nadie se enteró. Hubo un incendio que duró mil años; eso fue hace tanto tiempo que nadie lo recuerda porque nadie había nacido ya; tan solo había lluvia, viento, nieve, relámpagos a veces. Hubo tantas cosas grandiosas, tantas cosas pequeñas, tanto amor, tanta belleza, tanto dolor, tanta vida tantas cosas que ni me rozaron. Habrá tantas cosas, tantas, cuando yo ya me haya ido, tantas cosas que me hacen llorar esta noche, aquí, al borde del más inmenso mar. Aquí, donde nos juntamos tantos dioses desventurados, soledad contra soledad, carne con carne virtual; infinita, eterna mortalidad.
El jardín de las hipótesis inconclusas. Un espacio abierto a todas las ideas, por locas que sean, y a todos los planteamientos, por alejados que estén de los pareceres comunes.