El proceso de Sánchez

El 1 de junio de 2018, cuando quedaban minutos para que Pedro Sánchez fuera designado presidente del gobierno, escribí una entrada que era una carta abierta que reflejaba mis peticiones como constitucionalista catalán al nuevo presidente.
En aquel momento ya existían indicios de que Sánchez había optado por alinearse con aquellos que tenían como objetivo la terminación del pacto constitucional; pero cabía la duda de si la opción del partido socialista respondía a la conveniencia o a la convicción.
Cuatro años y unos meses después ya no hay duda: aquel acuerdo no era por mera coyuntura, sino que respondía a una conjunción profunda entre los intereses de Sánchez (y por extensión de los partidos socialistas, PSOE y PSC) y los de que pretendían debilitar al Estado y promover la confederalización de España como paso previo a su disgregación.
Desde entonces he ido escribiendo entradas en mi blog «El jardín de las hipótesis inconclusas» sobre las diferentes medidas adoptadas por Sánchez orientadas a blanquear a quienes intentaron derogar la Constitución en Cataluña en 2017, favorecer sus posiciones, evitar que fueran castigados por lo que hicieron, limitar la fuerza del Estado en Cataluña, debilitar a los constitucionalistas y privar de herramientas al Estado de Derecho que pudieran evitar un nuevo intento de secesión.
Aquí recojo esas entradas. Las recupero ahora, en noviembre de 2022, cuando se acaba de conocer que el partido socialista promoverá la derogación del delito de sedición; algo de una extrema gravedad que equivale prácticamente a una amnistía de los que llevaron a España a la más grave crisis institucional de la democracia.
Esa noticia creo que nos permite ver que lo que siguió a la llegada de Sánchez a La Moncloa es un nuevo proceso. El primero concluyó en 2017 con la aplicación del art. 155 de la Constitución. Podrá discutirse cuando empezó. A mi juicio lo hizo en 2012, aunque hubiera sido imposible sin lo que sucedió entre 2003 y 2012; pero, en cualquier caso, aquel desafío tuvo un punto final evidente con la asunción por parte del gobierno de las funciones de la Generalitat durante unos meses.
Poco después de que aquel control concluyera, Sánchez llega a la presidencia del gobierno y se inicia un nuevo proceso -ahora lo vemos- que en una primera fase implica, como adelantaba, debilitar al Estado, privarle de herramientas para defenderse de nuevos ataques y legitimar a quienes intentaron la secesión en 2017.
No tengo muchas dudas de que esa primera fase del segundo proceso concluirá cuando Sánchez deje la presidencia. Con un gobierno del PP, en solitario o con el apoyo de otros partidos, los nacionalistas estarán en disposición de repetir su desafío.
Y entonces, mucho me temo, los socialistas dirán que eso a ello no les pasa; que es siempre el PP el culpable de las crisis en Cataluña. Una actitud cínica de la que hace lustros que somos testigos.
Dejo a continuación las entradas que comentaba:

Carta a Pedro Sánchez, de 1 de junio de 2018.
El lazo amarillo es la centralidad política, de 10 de julio de 2018.
La prueba del algodón, de 4 de diciembre de 2019.
Comentario al escrito de la Abogacía del Estado en relación a Junqueras, de 30 de diciembre de 2019.
La escuela catalana ante el Parlamento Europeo, de 29 de octubre de 2020.
Indulto, reforma de la ley penal con efectos retroactivos y amnistía, de 24 de mayo de 2021.
Indultos, convivencia y justicia, de 26 de mayo de 2021.
El indulto no es la solución para el problema equivocado, de 30 de mayo de 2021.
Si quieren conocer el futuro, miren el pasado, de 24 de junio de 2021.
No se trata de que no pase, sino de que no pueda pasar, de 16 de septiembre de 2021.
La Mesa de Diálogo, de 14 de julio de 2022.
Exclusión del castellano en las escuelas catalanas y Estado de Derecho, de 23 de julio de 2022.
Partido Socialista e inmersión, de 25 de agosto de 2022.
Constitucionalismo v. PSC, de 20 de septiembre de 2022.