Tres

Catarro

Cada catarro,
cada desvelo,
cada noche de llanto
te quita algo
de lo que llevas dentro.
Vas deshaciendo
esta impostura,
la blanca máscara
que te pusieron
la tarde gris
en que nacieron.
Estás desnudo.
Casi lo entiendes todo:
el Padre es Hijo,
el Hijo es Padre;
nadie conoce al Padre
excepto el Hijo.
Y quien es padre
y ha visto en los ojos
de un pequeño hijo
la necesidad simple
de serlo todo,
de ser un dios
poderoso y amable;
de simular
fuerzas que no tienes,
valor del que careces.
Cuando has visto tal cosa
entiendes
¡vaya si entiendes!
Lo entiendes todo,
casi todo lo entiendes;
aunque no sabes
lo que sientes.

Esclavos

El aire no levanta
el polvo de los esclavos,
pero ni tú ni yo
dejaremos en la tierra
más rastro u otra huella
que la que ellos dejaron.

Instante

Primero, la colcha;
luego, el cristal;
más allá, el aire, el cielo;
y al final, sobre la hierba,
fulgores verdes y amarillos;
ramas y hojas.
Brisa en la tarde plena,
el atisbo de una señal.
Una tarde perfecta,
un instante que refleja
mares vacíos y azules,
cielos eternos, imperecederos,
una luz singular.
Por guardarte daría...
daría el zumo junto a la cama,
daría el libro que ahora leo,
daría los juguetes y los regalos.
Daría la vida de mis hermanos.
Daría todo lo que sobra
en este mundo.

Pequeño

A esta hora
me siento pequeño
como un grano de arena.
El espacio se expande,
se tensan las supercuerdas
que arrastran a las galaxias;
eones se precipitan
al centro de cúmulos globulares.
Noto en mi piel
la fuerza extraordinaria
de la explosión primigenia.
No soy menos
que las miríadas de estrellas
que giran en torno
al centro oscuro
de la Vía Láctea.
Lo negro me engulle,
la nada me rodea;
one, two, three, four, five, six.
Tan solo una luz,
una luz que brilla
en medio del vacío más profundo.
Esa luz, esa luz,
soy yo.

Junto al mar

Las personas acomodadas descansan a la orilla del mar,
toman cócteles con vistas a la arena, a los espejos azules,
el sol no les broncea bajo sombrillas cimbreantes.
Gafas de sol y ropas de lino sobre cuerpos sanos, delgados;
las manos juegan con copas delicadas y los labios definen
el contorno inmaculado de ambrosías sutiles, exquisitas.
La tarde perfecta se suspende durante instantes eternos;
los cuerpos tiemblan en la brisa que entra por la ventana abierta,
espaldas y pechos yacen sobre sábanas blanqueadas,
en habitaciones de cortinas mecidas por el aire limpio
que sopla venturoso desde las aguas rielantes del océano.

Es el océano negro cuando llega la noche,
las estrellas lejanas tililan como esperanzas.
Angustia la vigilia por el sol de la mañana.
Aspiramos con fuerza el aire en busca del olor
de jazmines y de galanes; de sal y de hierba; los olores.
La fiesta ha concluido y un cuerpo agotado yace
sudoroso entre sábanas frías junto a la ventana abierta.
Se agita mojado al son de los cristales movidos por el viento.
El gusano ya ha comenzado a trazar su camino serpenteante;
desde la punta del pie, liada entre arrugas creadas en sueños,
por el centro de la pierna retorcida, acalambrada, atrapada;
a través de la ingle exangue, abandonada; hasta la cabeza.

El cuerpo se vuelve fardo y montura
cuando la nada envuelve el corazón
que late perdida ya la razón
en medio de la noche más oscura.
Quien aguarda la cita que más dura
enloquece al oír una canción,
se estremece con la carnal pasión,
sufre al verse al final de su andadura.
Tendido en el lecho pasan las horas
lentas, dolorosas; plomo en las sienes.
Aguarda las mañanas cegadoras;
cuenta lo que has ganado, lo que tienes.
El día no temas; las turbadoras
presencias te dicen: "ahora vienes".

Fluyen los recuerdos que en ti retienes:
reloj azul de incomprensibles horas,
leves sonrisas estremecedoras,
lluvia en la carretera de Cancienes,
autobús y paisaje; te entretienes.
Camino entre sombras retadoras,
las manos blancas, tranquilizadoras,
mecen y mecen primeros vaivenes.
Sueños que abandonan el corazón,
cruzan veloces la empapada frente
y dejan entre seda y algodón
al glorioso y putrefacto durmiente.
Penetra la brisa por el balcón
y posa sus manos en el muriente.

El primer rayo de la mañana, rojo, no es aún suficiente;
solamente cuando el sol luce en el cielo y el agua brilla
se levanta el hombre acomodado de su letargo.
La brisa del mar trae perfumes salados y frescos,
el zumo está junto a su mano y un cuerpo suave a su lado.
Ha despertado.

Súbita luz

Súbita luz que me rodea, toda;
los párpados cerrados;
inicio de un ascenso.
Flota en la noche.
Tersos canalillos de sangre rosa
contra el blanco y la carne.
Tu peso se diluye en la cabina,
que sisea cortando el aire negro.
Si ella llegara y tú ya no estuvieras,
si te visitara, ¿lo sentirías?
¿o tan solo desaparecerías?
En las noches siniestras en que viajas
estás tan profundamente cansado
que si no fuera por los otros,
los otros pasajeros, claro;
te dormirías.
¡Adiós!

Mercado

En la mañana fría,
en medio de pirámides
de berenjenas, coles y naranjas;
patatas, lechugas, pimientos verdes;
en medio de puestos que giran,
en medio de fracasos inconscientes;
en medio de sonrisas ladinas,
de gritos desmesurados;
de gruñidos animales
de ropa sin lavar,
en medio del sudor,
en medio de rosas falsificadas;
en medio de lo que llaman vida,
un fragmento entre sangre y estertores.
En medio del mercado
alzo la vista al cielo.
Tras las fachadas descuidadas
se adivinan los retretes y la mierda;
en medio de las pirámides de berenjenas,
de lechugas, coles y patatas;
en medio de los puestos que giran.
En medio de todo eso
siento el cuchillo y la náusea;
y prefiero el cuchillo frío,
el cuchillo afilado;
prefiero la sangre limpia
al pus, al vómito, a los excrementos;
prefiero la sangre como agua fría
a viscosas excreciones.
Lo prefiero.

Matar a Bach

Si matáramos a Bach,
si bajáramos los altos techos
de las catedrales,
si acabáramos con el calor
en nuestras iglesias;
si murieran los burgueses
que alientan terrenas recompensas
en los penitentes;
si supiéramos que nuestra fe
conduce a la muerte terrenal,
a la pobreza,
y al dolor;
si aún así
nos sentimos reconfortados,
satisfechos, felices,
rodeados de nada;
si aún así
el corazón se agranda,
los ojos fluyen y el amor mata;
si aún así nos sentimos dichosos
entre el barro y los excrementos
en alguna barriada ruidosa
de alguna ciudad perdida
en las letrinas del mundo;
si aún así
amamos a los pobres
y a sus verdugos;
si aún así amamos a Dios
y pensamos que Él nos ama
¡Benditos seamos!

Paraíso

Verde y húmedo el paraíso
de la infancia recobrada
que pensaste eterno
cuando aún no sabías
lo que era el tiempo.
Los árboles son copas en vitrinas;
el arroyo es un sueño azul, perdido;
la niebla pasa sobre tierra y huertos;
el estiercol y las cinias se acompasan misteriosamente.
Ojos de niño beben la llovizna
al calor de la casa inquebrantable.
Ahora todo ocupa su lugar
en el universo imperfecto.
Ventanas sin cristales
y puertas abiertas
dejan pasar el viento,
que agita las cortinas
en el silencio indiferente.
Todo lo que es
deja sabor a nada
en el aire inexistente.

Headache

Chirrido de persianas tras la frente,
todo está un poco lejano,
oculto tras el dolor.
Piedrecitas que voltean
entre las esponjas grises
desgarran las neuronas
con suavidad.
El mundo se vuelve aguja
que penetra los oídos,
atraviesa el cristalino,
llega al centro del cerebro
y se convierte en gusano
que crea laberintos
entre mis pensamientos.
Inmóvil aguardas
el fin de la náusea.
Que el sol se apague,
llegue la noche,
muera la luz.
Pero sigues pensando,
recreando el mundo,
reiterándolo,
repitiéndolo.
Sigues formando
en tu mente
criaturas,
muerte.

Nuca

Miro adelante,
al horizonte azul,
veo mi nuca.

Entre mis ojos
y mi nuca lejana
blanco y azul,
nada.

Life is very beautiful

Tan solo unos pocos años,
en la luz de Florida,
sombrero, americana,
y una jarra de martini en la mesa.
Tan solo unos pocos años
para desentrañar
de nuestra vida todos los misterios.
Bajo la fúlgida luz de la tarde,
el espacio transparente
donde aletea nuestra existencia.
Era joven cuando reinaba Victoria,
bajo Isabel murió.
Tan solo unos pocos años
para indagar
sobre dioses y mundos.
Es otro nuestro tiempo,
el mío.
También unos pocos años,
entre Isabel
y sabe Dios quién.
Unos pocos años tan solo
para deshacerse entre el aire,
para rozar el cuero y la madera,
para paladear el whiskey
y entre sombras y certezas
oler el humo del tabaco
en noches de invierno.
Tan solo unos pocos años
para dejar escrito
que la sombra de la secuoya cubre
ya el prado de mi infancia;
que los años tienen fin
y muchos que fueron
son ahora recuerdo.
Unos pocos años tan solo
para entregarse
a causas justas que evitarán
de un niño las lágrimas,
de una madre la angustia,
de un padre el dolor.
Unos pocos años tan solo
para darse
a unos y a otros,
a los que me rodean.
Unos pocos años antes
de dejar de ser,
de escribir,
de gozar,
de vivir.

Life is very beautiful

Islas

Son tranquilas las tardes en las islas.
Se oscurecen los bordes de las fotos
que miramos sentados aguardando.
Tintinean los vasos y la música...
¡Ah, la música! Viene y nos recuerda
que ya fuimos eternos, inmortales.
Nos recuerda veranos de verbena,
labios húmedos, piernas entreabiertas.
Fuera es de noche,
una noche larga
en esta tierra extraña
que no es la nuestra.
Se mezclan los olores de papayas,
claveles y adormidera.
Esperamos.
Esperamos que vuelvan
noches de verbena
y piernas entreabiertas.
Diletamos al borde de la mar
en esta tierra extraña
que no es la nuestra.
Rememoramos el día.
Fondo azul en la piscina,
un zumo que desciende cristalino,
el aire seco y frío en la montaña,
un barco que veloz cruza las olas,
el mundo detenido al contemplar
la montaña suspendida
sobre océanos y bosques.
Rememoramos...
pero también deseamos
que vuelva a amanacer
una y otra vez.
Rogamos
que se aclaren los bordes de las fotos
que regresen veranos de verbenas,
que esta noche larga no oscurezca.
Imaginamos
días sin fin,
luz que no cesa.
Sabemos
que el mar está siempre cerca.

En el jardín

Tardes deshilachadas
que detienen lo negro.
Las chuletas y las salchichas
derraman su zumo espeso,
cae sobre la ceniza,
chisporrotean las brasas,
se apagan.
Mezclas el helado con la saliva.
Eco de caramelos
entre dientes gastados,
mellados.
Palabras colgadas en el crepúsculo,
esperando la noche,
húmedos los cabellos.
Vuela la pelota que lanza el niño.
Atraviesa el césped y la recoge
el anciano temblando,
pensativo y sereno.
La cerveza fresca y pies descalzos.
Crecen las sombras que cubren lo verde.
Nos miramos, aguardamos.
Ya el día va cayendo,
pero recordamos el sol primero.
Recogemos juguetes en la hierba
entre risas cansadas,
promesas y descuidados encuentros.
Una falda leve,
una mano delgada,
oráculo y recuerdo.
Retrasamos el momento
-cierto-
de enfrentarnos al lecho