Oíd hoy mi lamento mirando a Europa, nuestra triste heredad. Un regalo de quienes vivieron; de quienes penaron y murieron sin disfrutar la hartura y la paz; de quienes los bosques roturaron, y los campos de trigo sembraron. De quienes a la mar se lanzaron para playas lejanas pisar. De quienes su alma al diablo entregaron por robar, violar, asesinar; de quienes de sangre coronaron un nauseabundo imperio mundial; de quienes quemaron y aplastaron para el hambre a sus hijos quitar. De quienes las minas horadaron y los altos hornos encendieron en valles azules, verdes... negros. De todos ellos hemos heredado un trozo de esta roca que da vueltas y más vueltas en torno al rey solar; un fragmento de un mundo desdichado donde ni hambre ni sed hemos sufrido aquéllos que sin mérito hemos visto la primera luz en este lugar. Hay tantos que golpean nuestras puertas; hay tanta miseria, dolor, violencia hay tanto desgarro en tantos lugares que resulta difícil soportar el peso y la responsabilidad. Son tantos los que nos miran con ira, fieros y desafiantes, implorantes. Son tantos los que nos dicen: "moveros". Son tantos los que aguardan el momento en el que al fin demos un paso más. Son tantos los que penden del final de nuestra molicie y comodidad que me espanta pensar lo que yo pensaría si al norte viera el Mar.
Revolución
Cuelgan cadáveres de las farolas; hombres, mujeres; brazos y pies desnudos; jirones de carne azul bajo la lluvia. Se hace de noche en la ciudad silenciosa, devoran las llamas papeles y edificios. Se cierra el día y las puertas son condenadas. Quedan francas las casas de los muertos que cuelgan de lo alto de las farolas, péndulos sobre vómitos y excrementos. Ya no son nada, adornos en las aceras de la ciudad, ojos de cristal, lenguas de cartón; hay quien aún les espera con amor, sin saber que sus manos están atadas, que una cuerda aprieta su yugular, que ya no son. Restos de la ira, trigo molido, uva macerada en el puño de la masa. Del causante el cadáver las culpas paga con ese voltear grotesco y lento sobre sangre y excrementos. Bajo la luna callada algunos se acercan y lloran mientras otros escapan. Ya nadie se acuerda de quien tensó la cuerda que en cada farola una persona ahorcó. Tan solo en esta noche oscura y fría se aguarda en cada casa, en cada lupanar que el sol que llegue alumbre un mundo en libertad. Un día es lo que tardarán en descolgar los cadáveres de las farolas y en sus despachos volverlos a colocar.
Rojo, verde
Rojo, verde, negro y blanco colores de una bandera; de la bandera que miran extasiados quienes bajo el cielo gris, con el fusil en la mano, confían en el milagro. Bandera que ilumina vidas de tantos que en la pradera aguardan la luz que les regalan palabras engendradas con dientes, sangre y manos; palabras que se entregan al aire y a los vientos, que vuelan y penetran los oídos atentos y los corazones desamparados. Gozan pese al fusil entre las manos porque ahora comprenden el gris del cielo, el verde de los campos, el blanco de la carne, el negro de la muerte y el rojo de los labios.
Recuerdo
Rompieron su cabeza, quebraron sus huesos, uno a uno segaron sus dedos. Su cuerpo muerto arrojaron en algún lugar olvidado. Nos prohibieron su recuerdo. Me he rebelado y conservo una foto que a escondidas beso. Ayer me la quitaron. Me arrancaron los ojos, me cortaron las manos. Esto que dicto, en la noche será quemado. Con mi último aliento os digo: vencerán y en el olvido nos enterrarán. ¡Recordad!
Palmira
Es la tarde, las ruinas de Palmira destellarían bajo las estrellas. Pero no hay ruinas, ya no las hay. Gota a gota, la sangre desciende por los muslos, crece y se embalsa hasta llenar subterráneas ciénagas, colmarlas y ascender hacia la oscuridad primordial. Sal con agua y rubíes, brillan en el cielo las gotas suspendidas y caen como lluvia sobre el solar que fue una ciudad. En las calles de Palmira también hubo dolor y sangre insatisfecha como ahora la hay. Envuelven los cadáveres en mantos que deambulan cubiertos de polvo, arrancados los ojos, cerrados los labios, manos segadas, mundo amputado, el crimen ancestral. El dolor es mudo y crece, crece sobre tierras, sobre ciudades; se dilata el dolor sólido que no nos llega. Un niño muerto al lado del camino no es ya nada en el mundo... Pero su padre ¡ay su padre! Odiará y el dolor al cielo de rubíes llegará; desgarrará, romperá nuestros oídos en silencio mortal. Ese desgarro nos hará mirar las niñas torturadas, las mujeres cegadas, los niños enterrados. Ese día entenderemos que las ruinas de Palmira no valen el clítoris de la niña que indefensa suplica, mientras una madre, impotente y vencida, entre lágrimas grita la pérdida del gozo que su hija no podrá ya soñar.
¡Oh, tristes odios imperecederos!
Libre
Si la muerte llega ahora, si libre entregas tu sangre y tu luz, si dejas que la ola el pecho quiebre, si te abandonas, si las palmas de las manos ofreces, si no temes la soga ni el puñal... nadie por ti vendrá. Los ojos vivos, la carne que tiembla mientras aguarda la sombra que llega y tu rostro comienza ya a tocar. Ver más allá del final la brisa entre las hojas, las conversaciones plácidas, jóvenes que caminan descuidados, piel que brilla en el claro atardecer. Gozar más allá de la oscuridad sonrisas y amores, suaves caricias que ya no sentirás. Si cambias el temor de este instante por vidas sin violencia ni injusticia que otros -desconocidos- tendrán; si hoy la muerte aceptas sin reproches ni esperanzas, confiando sí que algún día la hierba crecerá, cubrirá las piedras ensangrentadas, verdearán las rocas arrojadas y nadie entonces ya recordará este dolor fatal. Confiando, sí que esta noche a punto de llegar sueño será, oscuro y frío, mortal; pero sueño al fin, sueño del que alguien, -otro- despertará. Confiando, sí en la mañana en que el niño o la joven, la mujer o el anciano, serenos y tranquilos, aburridos quizás, ignoren que la libertad que tienen, la seguridad, la prosperidad aquí fueron ganadas, la tarde en que supiste que esa mañana que no verás más importa que la vida que pierdes, que el recuerdo y la memoria que contigo desaparecerán. Si estas cosas haces, un beso -el mío- en la frente, al morir, recibirás.
Derrota
No todas las causas son nobles, no todas las luchas loables. No siempre los buenos prevalen ni se agostan las flores repugnantes. La derrota genera compasión, Caen las lágrimas ante el vencido, se enturbia el alma frente al campeón. Que los ojos del humillado olvidar no te hagan a quien él humilló, Que piedad no adelante de la lucha el final. Que la justicia impere antes de que la lástima pueda en ti entrar.
El Brexit en el Infierno
-Dime maestro, ¿quienes son aquellos que por espada y llama tal tormento sufren sobre sus pechos y sus cuellos? -Son, mi querido hijo, los del cuento del Brexit sin frontera ni maldad, los que mudaron mente como viento y se inventaron una realidad. Allí ves a May, Farage está allá. ¿Y el que queda inmóvil, sin voluntad? Es Cobyrn, quien no supo decir "ya". Quien se negó a aprobar y a retirar y dejó al país en un "ojalá". A May, por la declaración firmar diablos con fuego las manos abrasan. Que arranquen su lengua ha de soportar Farage mientras sus orejas traspasan. Cobyrn, sin embargo, es el peor. Demonios sus testículos arrasan para penar su falta de valor, pretendida astucia que tanto mal tras de si dejó con mucho dolor. -¿Y el que en la llama ríe natural como si la pena le fuera ajena? -Es Cameron, el bobo nacional, la misma carencia que le condena le sirve para no tener conciencia del fuego, la sierra y la cadena. - Maestro, ya no tengo más paciencia para estas personas aguantar. - Vamos pues, hijo, donde la ciencia de los sabios podrás sin fin gozar. Alli charlarás con Tusk y Barnier y de todo bien podrás disfrutar.
Silencio
El olor del jazmín y la artemisa se mezcla con sudor, aliento y lana. Anhelo el cristalino azul del cielo, la nítida silueta de los árboles, el tacto puro y simple de las cosas, unas flores en la mano desnuda, roces, miradas, caricias furtivas... Deseo que un día al mundo liberen de los guantes y las rejas de tela, de barrotes y sangre en las aceras. Ahora nos han impuesto el silencio. La noche no tendrá ya ningún sueño, el día empezará y acabará entre niebla y sin deseos. Permíteme, Señor, olvidar que en un tiempo hubo largos paseos solitarios, hubo risas y encuentros. No permitas que mi alma recuerde que tuve años con futuro y sueños. ... Pero no, mi Señor, si yo misma renuncio a los recuerdos, si en esta cárcel dejo de soñar, si entierro en el olvido lo que fui ¿quién lo podrá cambiar? Olvida Señor mis pobre requiebros, consérvame la luz y el corazón, deja abierto el manantial de esperanza, que viva en mí la persona que soy. No permitas que esa esclava ocupe el brillante jardín de mis mayores. Dame las fuerzas para resistir, valor para a mis hijas enseñar qué es el cristalino azul del cielo, la nítida silueta de los árboles, el tacto puro y simple de las cosas. Concédeme el tiempo preciso para que gocen de roces, miradas, noches y caricias furtivas. Te pido Señor la sabiduría de convertir mi forzado silencio en palabra que llegue y que retumbe en las casas de quienes nos someten, en las almas de quienes nos abandonan. ... Mi tiempo será breve, se acumulan las piedras ante mí, mis gemidos romperán el silencio; pero tú que me oyes, jura que mi nombre no olvidarás, jura que a mis hijas ayudarás, que olerán el jazmín y la artemisa, quitarán los barrotes de su cielo, escucharán sus voces cristalinas, y en sus vidas rebosarán los sueños. Y, si quieren, podrán aguardar a la noche recostadas en el tronco de un roble, en un recodo del viejo camino, con la cara desnuda, una flor en la mano y solo acompañadas por mi nombre y recuerdo.
Noche negra
La luna ha recorrido la mitad del camino hacia la oscuridad. Entre el Sol y la Tierra construye una sombra sobre ríos y bosques. Una sombra que pronto a todos cubrirá. Esa luna que cada día muere un poco más. Esa noche que cada luna crece y se ennegrece. Ese cielo sin luna, las tinieblas y gran maldad. Esos bosques de barro, viento y nieve donde algunos aguardan que otro les diga que han de empezar a morir y a matar. Los bosques de silencio y humedad. "¿Fue aquí que la besé?" "¿Dormí allá, por esa rama trepé?" La hierba nada sabe de la guerra que la noche sin luna alumbrará. Engrasa bien cadenas y engranajes, que rueden raudos sobre los helechos, que aplasten margaritas y azucenas, quebranten los troncos, salven las zanjas, lleguen a las puertas de las ciudades y crucen los parques abandonados. Que nadie sepa que dentro de ellos, en la panza de esos monstruos grises, habitan hombres, mujeres... hermanos. Que nadie se entere que al disparar algunos lloran. Cada noche contempla la luna entre nubes y ruega que se acabe su lento reclinar. ¡Detente Luna! ¡Deja ya de menguar! No quiero que llegue la noche negra que a punto está ya casi de empezar.
El horror de la guerra
"vi el pequeño solar de nuestras iras, y vi todas sus cumbres y sus valles" (Comedia, Paraíso, Canto XXII, traducción de Micó)
y vi el llanto y el dolor que vendrán, la ira, el fuego y la sangre que llegan sin que nadie pueda más que aguardar el golpe, el clavo, la garganta seca. Y lloré la impotencia y la necedad de quienes nos deberían cuidar
Nieve
He querido contar cuántas veces la nieve ha descendido hasta cubrir el gris de vuestras tumbas. Cuántas veces la lluvia ha golpeado vuestros nombres en piedra bajo cruces sencillas como casas de inocentes. He querido contar días, vidas, encuentros, alegrías. He querido contar las oraciones, besos, riñas, desdichas. Lo que cuentas no muere. Lo que recuerdas vive. No quiero vuestra muerte, no quiero vuestra entrega y sacrificio. No. No la quiero. No quiero esas nubes invernales, esos árboles de ramas desnudas, esos setos rojizos. No. No los quiero. No quiero un cielo denso de cemento, un suelo mortecino, hierba cortada y seca, el jardinero que fuma a escondidas un poco más allá de las cruces sencillas. Una vida intranscendente, perdida, olvidada de principios y honores, de serios compromisos. Olvidada de ese sol postrero a la tarde cuya luz te roza el rostro un instante, como si Dios acercara sus labios a tu mejilla, a tus ojos y frente. Esa luz es una vida, la vida que dejas por esta tumba, las ramas de abeto sobre la piedra, el seto rojizo, la cruz sencilla. ¡Devuélveme a la vida tú que me amas! Déjame disfrutar una vez más del tibio sol de febrero, una larga mañana de domingo, el olor del jazmín en el verano, el aire de las cumbres en la cara. Tú que me amas, sácame de la tumba, devuélveme a la vida que perdí. ... Tú que me amas, ¡ayúdame! Dame fuerza en el último momento para ver más allá de nuestras muertes el mundo que mis amigos tendrán, las ramas de abeto, la cruz sencilla, el seto rojizo, la piedra gris, la calma y la felicidad de muchos, tranquilidad serena, risas, paz. Tú que me amas, extiéndeme la mano, no me dejes partir en soledad. Tú que me amas, que no muera el recuerdo. Siéntate a nuestra vera, cuenta los copos de nieve que caen sobre los nombres grabados en piedra, ten paciencia y mira cómo la lluvia se desliza y moja la tierra negra. Reza las oraciones que aún sepas. Imagina las vidas que entregamos. Cuenta, cuenta.
Walking dead
To walk till death, to fight till the end, to understand everything, not to hate anything, to catch sounds and feelings, to listen, to see... They are not walking dead, just simply human beings.
It is always the same
It is always the same. Right and evil, fair and tricks; power and weakness. A poor man looking down, bare head, fingers around a crumpled cap. A woman on her knees, wrinkled forehead, cleaning up other's dirt. A teacher speaks a forbidden tongue, A man sings a song and waves and old flag, someone says that privilege has no ground, freedom is in our hearts. It is always the shame, the rage and the fury, the pain in the night, just at the end of no one's day. And those who raise their heads, and those who say "no" and those few who are able to see the world that could be, and the fewest who, without hope, still know that to bring the light well deserves the sweat and the fight, the fools' hate and maybe, life's end and the dark.
El jardín de las hipótesis inconclusas. Un espacio abierto a todas las ideas, por locas que sean, y a todos los planteamientos, por alejados que estén de los pareceres comunes.