Lento el día, horas de plomo, nada.
Gris en lo alto anega la esperanza
del que aguarda seca herida de lanza.
Muerte le dará a la gloria alcanzada.
¡Vida!, descubrirse un alma embarrada;
un corazón que la dicha no alcanza;
de los demás, la falta de añoranza.
Solo un gusano en inmensa explanada.
Sufrir ese dolor en la garganta,
esa angustia sin sentido en el pecho.
Penar por lo innombrable que te espanta,
soñar con el definitivo lecho
donde la diosa nívea te canta
y tu centro, de estrellas roza el techo.