En la tarde, el silencio; cien mil las bocas mudas sólo un momento. Sube el balón a todo ajeno. Ya no hay jugadores, todos son espectadores de cómo baja un balón caído del cielo. Un bote, dos; rueda y cruza la raya; antes de la red se para. Y nadie grita porque están boquiabiertos, serenos. Gol.
Fútbol
Solo el portero frente al delantero. Ha sido todo mero antecedente de este breve encuentro de la pierna y la mano, de la fuerza y el salto. Dos fines diferentes, enfrentados. Y, sin embargo... En ausencia del salto del portero ¿para qué hacer temblar poste y red con el golpe del balón? Sin el tiro ajustado del ariete ¿qué sentido tendría la estirada, el vuelo suspendido, la parada? Cuarenta ojos fijos, expectantes. Ya son recuerdo pases y regates, Todo ha sido para este momento. Arma la pierna el delantero, Se clava en el suelo el portero. Vuela el balón furioso, salta el postrer defensa, mano y balón se encuentran. Al caer, el cuerpo levanta el polvo y al izarse muestra entre los brazos el golpe congelado, el gol que, otra vez, ha doblegado.
Gol
El balón y el portero se acompasan. Suspendido en el aire, una mirada inerme a la pelota, un suspiro, un lamento. El balón y la mano no chocaron, no encontraron los dedos el cuero hinchado, el deseado premio. Baja suave la bola, No se sostiene en lo alto el portero; También él cae con golpe y estruendo. Ambos sobre la hierba, la pelota en la red, el portero en el suelo. En el eterno duelo, esta vez, ha ganado el delantero.
El jardín de las hipótesis inconclusas. Un espacio abierto a todas las ideas, por locas que sean, y a todos los planteamientos, por alejados que estén de los pareceres comunes.